Nací en Alicante pero con 19 años me vengo a Madrid a estudiar arte dramático. Fascinada por el cine, la televisión y la magia de las pocas salas de teatro que había visitado hasta ese momento, me atrevo a ponerme delante de mis padres y a pronunciar esas tan temidas palabras para ellos, “mamá quiero ser artista”.
Quería ser parte de todo aquello, quería estar al otro lado y producir en la gente lo mismo que esas películas, series y obras de teatro habían producido en mí, quería contar historias, despertar conciencias, tocar corazones o hacer que la gente se olvidase de todo por un momento y simplemente pasasen un buen rato, pero me atrevo a decir que todo eso quedó en un segundo plano cuando empecé a actuar, ahí ya sí que no hubo vuelta atrás porque nada antes me había hecho sentir tan bien.
Alguien me dijo una vez, “hagas lo que hagas, ámalo”. Ahora me escuchó a mi misma diciéndoselo a mis hijos y pienso, qué sentido tendría decírselo si yo no lo hiciera, y hoy por hoy, amo actuar. Con sus luces y sus sombras, amo esta profesión.
Jugar y viajar por los lugares a los que te lleva cada personaje es fascinante así que aún hoy, cuando suena el teléfono y me dicen que cuentan conmigo para un proyecto, se produce en mi estómago la misma sensación que el primer día, una mezcla de nervios e ilusión maravillosa. Y con esa misma ilusión afronto también esta nueva etapa con África.